Nos acordamos del que llevaba razón, el que acierta con la verdadera senda pero se tiende a ignorar a aquellos que decidieron abrir un camino nuevo que al final se convirtió en callejón sin salida.
Eso mismo le ocurrió a Paul Kammemer, intentando resucitar la tesis lamarckiana en pleno siglo XX.Más perverso resulta el caso de Lysenko, cuyas tesis significaron el desastre completo para la Escuela Genética Soviética (incluyendo cárcel, desprestigio, destierro y muerte para algunos grandes genetistas del momento) y, lo que es peor, la hambruna para millones de rusos. No se puede mezclar Ciencia y Política. Como tampoco Ciencia y Religión. Estos "matrimonios de conveniencia" siempre acaban mal.
Dos lecturas recomendadas.
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